Después de haberse dado a conocer en París, un pintor quincuagenario regresa a su pueblo natal en la Francia profunda para instalarse en la casa donde pasó su infancia. Un jardín de buenas proporciones rodea el edificio, pero no sabe ni le apetece cuidarlo. Prefiere poner un anuncio en el periódico local. El primer candidato, y el definitivo, es un antiguo compañero de colegio milagrosamente reencontrado después de tantos años. Será el jardinero. En su contacto diario con el jardinero, el pintor descubre, mediante toques impresionistas, a un hombre que primero le intriga y que acaba por asombrarle gracias a su franqueza y a la simplicidad de la mirada con la que ve el mundo. Su vida está marcada por referencias sencillas.